lunes, 2 de marzo de 2015

El descubrimiento de Pandaria: Olor a pólvora y manada de cabras. (Parte 1)

Antes de previa lectura, por si acaso, aquí dejo las fichas de cada personaje:
- http://es.wiki-errantes.wikia.com/wiki/Musimalapagu_Zarpa_Ventosa
- http://es.wiki-errantes.wikia.com/wiki/Lliffy

- ¡Alfreeee! ¡Xin! - Musi llamaba a los hombres desde la ventana del cuarto superior- ¡Volved ya a casa que hace rasca!

El viento corría cada vez más helado debido al intercambio de temperatura con el suelo y el lago, provocando que el rebaño de cabras montesas de la familia volviesen perezosamente al cercado guiados por Babas, la mascota de la pareja de granjeros. Lliffy y Xin se hallaban realizando la labor del pastoreo, mientras que Musi realizaba sus labores de ama de casa. En ese momento, Xin se ruborizó por el frío mientras y su tío se percataba de la llamada de Musi.

- Xin, la parienta nos llama. Volvamos. - Decía Lliffy mientras veía asentir a Xin.

Ambos seguían el camino de vuelta al hogar, guiados por la luz que desprendía y el olor cálido y acogedor de los guisos caseros de la esposa. Una vez allí, veía la mesa puesta por ella. Se sentaron velozmente y empezaron a engullir como patos los platos servidos. Musi les acompañó en la cena y comía con un poco de dignidad, aunque no se avergonzaba de limpiar el plato al final. Babas perseguía también el aroma del guiso de costillas de mushan, conseguidos a buen precio en el mercado de El Alcor. Mientras este ladraba y pedía una porción del sabroso plato, los tres se centraban en acabar de cenar.

Tras la cena, Musi se acordó de la mascota, le sirvió dos cuencos del guiso, separando lo sólido del lo líquido. Los hombres de la casa ensayaban sus gases orales en la puerta de la casa, debajo del cielo estrellado. A estas horas de la noche, las bandadas de aves del valle dejaron el vuelo para reposar en sus nidos y alimentar a sus crías. A lo lejos, se veía el farolero asegurando los caminos, asustando a las bestias de la noche con su luz candente.

- Alfre, ¿comprobastes el gallinero? Como vuelvan los zorros de nuevo mañana nos quedamos sin los calabacines que nos prometieron los "pijitos" de al lado. -

- Será posible... - Refunfuñaba Lliffy -  Ahora vooooooy... - Se levantaba perezosamente de la puerta y se acercaba al gallinero con una vela encerrada en un farolillo. Xin, al parecer, se quedó sin gases para expulsarlos de forma grotesca y se dispuso a acariciar a Babas mientras veía a su tío alejarse del hogar.

Después de que el marido regresase a casa, la señora y su sobrino se encontraban con sus ropajes de cama, esperando a que Lliffy se vistiese de la misma forma. La pareja duermen arriba, juntos en el piso de arriba, mientras que Xin duerme en una cama improvisada que, al paso del tiempo que llevaba este viviendo allí, mejoraba en su aspecto y comodidad. Babas dormía al lado de la puerta, rodeado de trapos viejos que los pandarens le cedían. Fue una noche tranquila, como todos los días en Pandaria.

Sin embargo, todo cambió al día siguiente...

Hace pocos días que la niebla que cubría Pandaria para ocultar el continente se había disipado, dejando tal inmensidad expuesta a cualquier extranjero, y, como se veía venir, las noticias de una nueva tierra inexplorada se difundieron por los continentes de Azeroth. Tanto Horda como Alianza, envueltos en su codicia y odio mutuo, embarcaron para conquistar la nueva zona misteriosa.

A ojos de la familia granjera, el día empezó como uno cualquiera. Mañana de tareas del hogar, del ganado, revisar los cultivos... Hasta el momento de ir al mercado. Musi, a lomos de Mogueh, una de las cabras que usan como montura, Lliffy, tirando de las riendas y yendo a pie, y Xin, cubriendo la espalda despreocupado, se dirigieron a El Alcor sin noticias algunas. Se veía, desde la lejanía, una multitud reunida en la zona baja del lugar: vecinos, vendedores, personas mayores, niños... Todos formaban una piña casi redonda, evento que casi nunca pasaba.

Lliffy y Musi lo vieron desde una distancia considerable, preguntándose mentalmente qué pasaba. Xin seguía con sus cosas de chico feliz. Sin embargo, a la hembra le picó su curiosidad de correveydile, alzó el brazo como descubridor y gritó "¡Corred, que quiero cotilleo fresco!". Lliffy, viéndola venir, se cubrió la cara de la vergüenza, y Xin, sorprendido, corrió, se adelantó al mercado e intentaba documentarse.

Al llegar a la multitud, se veía claramente como los comerciantes, con sus carros repleto de provisiones, estaban estancados en el lugar protestando, junto con unos peregrinos, en mitad de trayecto, que no podían seguir su ruta. Algunos se dirigían al Bosque de Jade, otros a Espesura Krasarang, pero no podían completar la ruta... El Shadopan se interponía en cada acceso. ¿Motivo? No hubo respuesta, por lo que la preocupación aumentaba por segundo.

Entre tanto barullo, Musi se colaba como culebra entre los lugareños para conseguir información acerca de lo ocurrido. Para ella, esa actitud es inevitable... Por poner un ejemplo, sería la antigua Fuente del Sol para los sin'dorei. Mientras, los dos hombres la esperaban, espectantes, a que la señora consiga su jugosa información, se dedicaban a olfatear los puestos de comida que habían por alrededor y a babear de forma discreta. El resumen que ésta les dijo a ellos fueron acerca los accesos cortados y la frustación de estos.

Sin más respuestas a lo ocurrido, la incertidumbre llegaba a todo el valle, dejando una nube de preocupación en toda la población. Era la primera vez que un acontecimiento irrumpía la tranquilidad después de tanto tiempo, excepto los avances en los territorios yaungol y mogu. Todo parecía pacífico tras la caída de Lei Shen y el sacrificio del último emperador... Tras tanto tiempo, el aire traía olores nuevos, los animales notaban los cambios bruscos que se avecinaban, incluso los jinyus cada vez notaban las tensiones que sufría el agua. La naturaleza sufría por un motivo desconocido. Sin embargo, todos confiaban en la única línea de defensa que contaban, aunque estos les ocultasen la verdadera historia.

El trío de pandarens, al ver que tenían que esperar la respuesta, continuaron con su rutina diaria.  Tras los recados, volvieron al hogar con sus despensas... Bueno... Semillenas de provisiones... Y dedicaron el resto del día a labrar la tierra y criar el ganado, esperando a que un agente del Shadopan les garantizase seguridad y paz.

Obviamente, esto no sucedió.

domingo, 1 de marzo de 2015

Chamán



La joven orco cayó de rodillas al suelo, con la lluvia golpeando con fuerza sobre su piel llena de heridas aún humeantes. Hizo un esfuerzo para tratar de ponerse en pie, sin éxito, y volvió a caer sobre el barro.

-Deja que te ayude, bajaremos a la fortaleza y… - Comenzó a decir su hermano Gromil, antes de verse súbitamente interrumpido.

-¡No! – Shan´Nah interrumpió al orco regordete. – Bajaremos de aquí como orcos de pleno derecho y por nuestro propio pie, o no bajaremos. - La respiración acelerada de la orco hacía ver que para ella la segunda opción era la más probable, aunque también era cierto que siempre había ido en contra de las probabilidades y había prevalecido.
 
-Vamos Shani, sé razonable. – El joven chamán suspiró, sabedor de que, muy a su pesar, su hermana era muchas cosas: fuerte, valiente, temeraria, honorable… pero desde luego razonable no estaba en la lista. – Puedo volver otro día y hacerlo yo también.

La joven guerrera rugió y se acercó ayudada por su hacha, que usaba como muleta, a su hermano. Le miro a los ojos llena de ira y enseñó los dientes. – Ponte ahí y levanta esa maldita hacha de juguete que llamas arma.

Gromil tragó saliva y comenzó a avanzar hacia el lugar que le correspondía. A decir verdad, aunque confiaba plenamente en ella, su hermana también le daba algo de miedo. Maldijo refunfuñando a sus ancestros, a las tradiciones barbáricas de su clan y a su familia, por no escuchar sus objeciones cuando su padre hizo esto por primera vez, cuando lo repitió su madre, su tío, o hacía unos instantes cuando su hermana había hecho la misma estupidez. Ahora esperaban que fuese él quien lo hiciera, y a pesar de que no veía el modo en el que ser alcanzado por tres rayos podría beneficiarle, prefería arriesgarse con la electricidad que enfadar a su melliza.

El joven orco, dubitativo, alzó su hacha hacia las terribles nubes de tormenta que rugían sobre ellos como bestias furiosas, lanzó un ruego a los elementos para que cuidasen de él y aspiró hondo, justo antes de que el rayo impactase sobre su arma, y la crepitante electricidad recorriese todo su cuerpo, abrasando su carne. Curiosamente, Gromil ni tan siquiera gruñó.

Sacudió la cabeza y miró a su alrededor. Estaba en El Cruce, pero era un niño de nuevo. Otros cachorros de la Horda le habían tirado su libro al suelo y se burlaban de él llamándole elfito verde. Él no entendía muy bien a qué venía ese insulto. A fin de cuentas, su tío era realmente un elfo, uno muy honorable y fuerte, tanto que incluso se había ganado el sobrenombre de “Rosadito” porque según su padre, el elfo era en realidad un orco rosadito.

Se levantó, y sin cortarse un pelo, les dijo a los abusones que eso no era un insulto, que su tío era un elfo y era mil veces más honorable que todos sus padres juntos. En cuestión de segundos se vio alzado del cuello por un muchacho tauren, mientras otro joven orco, unos años mayor que él y bastante más corpulento, se crujía los nudillos. Gromil era demasiado listo y bocazas para su propio bien, y ahora se hallaba en una situación que tenía una frecuencia sorprendentemente habitual.

Entonces un borrón verde impactó de pleno contra la cara del orco que se disponía a arrearle, derribándolo. El tauren soltó instantáneamente a Gromil cuando sintió la rodilla de Shan´Nah clavarse en su estómago, justo antes de irse al suelo inconsciente de un cabezazo de la orco.

Su hermana se giró hacia Gromil, que estaba en el suelo junto a su libro. Sangraba profusamente por la frente, y los goterones resbalaban por su cara hasta una sonrisa de autosuficiencia, mientras le tendía la mano para levantarse.

Gromil parpadeó y contempló de nuevo ante sí el escarpado paisaje de Filospada ante sus pies. Echó un vistazo a su hermana maltrecha, por el rabillo del ojo, y sonrió. Por fin comenzaba a comprender la insistencia de su padre en aquella tradición que le había parecido tan estúpida al principio. Idnaar podía no ser muy listo, desde luego no tanto como él, pero a pesar de todo aún tenía lecciones que enseñarle. El primer rayo le había recordado su necesidad de humildad, y que aunque muchas veces las tuviera, no tenía todas las respuestas. El segundo rayo impactó sobre el arma, pero de algún modo esta vez no sintió el dolor lacerante del primer impacto, aunque sí el suficiente como para cerrar los ojos en una mueca de sufrimiento.

Cuando los abrió, vio ante él a un orco que no conocía, malherido. Un hueso partido asomaba entre la carne de su pierna. Gromil, sin pensarlo dos veces, lo recolocó mientras el orco aullaba de dolor, y canalizó la fuerza de los espíritus de vida a través de sí para sanar la herida. Sólo entonces miró a su alrededor y se dio cuenta de lo que sucedía: un enorme gronn, mucho más de lo que había imaginado incluso en las leyendas sobre Gruul, estaba atacando la Fortaleza del Clan. Su madre yacía tirada en el suelo mientras Silver, protector, gruñía amenazando a la bestia, y su padre hacía retroceder al gigantesco monstruo con diestros golpes.

Cada vez que Idnaar golpeaba con las espadas del clan, era como si estallase un trueno, y allí donde hacía mella, la electricidad chisporroteaba con fuerza. El monstruo no estaba preparado para el gigantesco orco ni sus excepcionales armas. Gromil estaba seguro de que si lograba distraer a la bestia, su padre podría darle muerte, así que se concentró en canalizar la crepitante energía del aire en un potente rayo, que salió directo al único ojo de la bestia.

El monstruo rugió irritado, lleno de furia y dolor, se giró con una velocidad inesperada para una criatura de su tamaño, y lanzó un poderoso manotazo en dirección al chamán. Vio la mano descender hacia él, incapaz de reaccionar a tiempo, y se preparó para enfrentar su muerte con la cabeza alta. Esperaba que su padre le diera su merecido a ese engendro. De repente sintió un fuerte tirón que le sacó volando hacia atrás, seguido de un grito de dolor. Él estaba bien, pero su hermana había sido atrapada por el golpetazo.

Una nueva amenaza desde su costado llamo la atención del gronn: era Eidorian, su tío, que le ordenaba a gritos que sacase de ahí a su hermana. Claro que eso era más fácil decirlo que hacerlo. El cuerpo de Shan´Nah estaba destrozado, aplastado por la titánica fuerza del gronn, aunque ella milagrosamente aún seguía consciente y le sonreía entre tosidos sanguinolentos. Su hermana había muerto para salvarle. Gromil se sacudió las lágrimas de los ojos; su hermana estaba a las puertas de la muerte, pero aún no había muerto. Él era un chamán y podía traerla de vuelta.

Resoluto, enfocó toda su energía en reunir el poder suficiente para devolverle la vitalidad y sanar las heridas de Shan’Nah. Sentía el cansancio y la fatiga abrirse paso, mientras él acumulaba el poder necesario que envolvía a su hermana moribunda y la restauraba. Finalmente no pudo más y se desplomó, exhausto.

Shan´Nah se levantó y lo ayudó a ponerse en pie. Estaba completamente restablecida y llena de vigor. Le dio una palmada en el hombro y echó a correr desarmada y con la armadura destrozada hacia su padre y su tío, que combatían a la bestia. Idnaar lanzó una de las espadas a la joven, que la cogió en el aire y con una gran agilidad se encaramó a la espalda del gronn, por la que ascendió hasta la base del cuello, donde hundió la espada. La luz les cegó, y un trueno ensordecedor resonó por los estrechos cañones de Filospada, ahogando los vítores de los muchos orcos que habían participado en la batalla.

Su familia se acercaba a él: su tío, ahora sin un ojo, ayudaba a su madre herida a caminar, mientras que su enorme padre, al que la cresta ya se le comenzaba a volver gris, bromeaba con su hermana, aún joven pero ya adulta. Él siempre había envidiado aquella camaradería, aunque ahora se alegraba de poder presenciarla una vez más. Entonces su padre se acercó, y cogiéndolo de la muñeca, alzó su brazo en alto. Los orcos, que portaban el tabardo azul del clan, estallaron nuevamente en vítores, mientras su hermana posaba su mano sobre el otro hombro.

La fría lluvia fue lo que le trajo de vuelta a Filospada una vez más. Había visto un futuro no muy lejano, uno con un clan fuerte y unido, con el sueño de su padre hecho realidad, luchando juntos como verdaderos orcos.

No pudo evitar sentirse orgulloso de sí mismo y de su familia. Esperó con tranquilidad el tercer y último de los rayos que debían impactarle, cerrando los ojos, listo para el dolor, pero en su lugar simplemente se sintió bien, en comunión con los elementos; el rayo, el viento, la lluvia y la montaña bajo sus pies, eran uno.
 
Abrió los ojos frente a una gran pira funeraria. Notando el peso de los años a sus espaldas, miró a su alrededor. Unos enormes monumentos funerarios presidían la ceremonia; pertenecían a sus padres. Observó la pira y vio el cuerpo de su hermana, marcado por los años y la guerra. A su lado se encontraba Rosadito, viejo, pero aun así más joven que él, con las enormes espadas de Idnaar a la espalda, y cogiendo por el hombro a un entristecido adolescente orco de facciones extrañamente familiares. Un elfo custodiando las espadas de un clan orco; la imagen no pudo evitar recordarle a cuando los niños del Cruce se burlaban de él, y sonrió.

Avanzó con confianza ante los cientos de orcos allí reunidos para despedir a su hermana. A juzgar por la multitud, debía de haber sido una guerrera excepcional y una gran líder. Ahora él se encargaría de que su espíritu se reuniera con el de sus padres y otros ancestros, que la recibirían, complacidos con su legado y el honor y la gloria que había traído al clan en vida. Ese era su último regalo para su hermana: una despedida digna de los más grandes héroes de su clan.

La calidez del sol trajo de vuelta al mundo real a Gromil. La tormenta había pasado, y su hermana le esperaba con el hacha por muleta. Caminó hacia ella, con la piel crepitante aún por la energía, y los ojos brillantes.

-Has hecho trampa con tus cosas de chamán. –Shan´Nah torció el gesto. – No sé si eso es honorable.

El chamán simplemente rió y abrazó a su hermana, cuyas heridas comenzaron a sanar.