domingo, 21 de febrero de 2016

El descubrimiento de Pandaria: Olor a pólvora y manada de cabras. (Parte 2)

Ya era de esperar que los acontecimientos entre ambas facciones evolucionasen a un ritmo alarmante para la población pandaren en todo el continente. La Alianza consiguió el apoyo de los jinyus, los cuales se mostraban escépticos al principio con estos, y la Horda se ganó el apoyo de los hozens del bosque, derrocando a su antiguo líder y defendiéndolos de las amenazas que se presentaban, tales como el hambre, las rivalidades jinyu y hozen, y la Alianza como nuevo problema. Gracias a estos avances en el norte y sur del Bosque de Jade, la tensión aumentaba por momentos...

Sin embargo, en la humilde casa de nuestros granjeros, las noticias de la inminente batalla seguían sin venir. Los esfuerzos del Shado-Pan por mantener la calma en el valle se volvían cada vez más fastidiosas... El olor a pólvora llegaba cada vez más al centro del continente, por lo que los rumores ya corrían desde muy temprano. El poder de la información era demasiado poderoso como para que los guardianes del muro lo manteniesen a raya.

Pero no vayamos tanto al grano. Empecemos narrando esa mañana:

La vida en villa Zarpa Ventosa continuaba sin ningún traspié. Tras el sonido del gallo, Musi comenzó a trastear con el desayuno, Lliffy se levantó después de su esposa a contemplar el paisaje por la ventana de su habitación. Xin, en cambio, ha tenido un momento de retraso, lo cual escuchó al gallo 15 minutos tarde. Tras su despertar, se dirigió al piso de arriba a hacerle compañía a Lliffy. Babas se mantenía dormido en su lecho de trapos sucios.

Mientras Musi tarareaba una canción de pueblo mientras cortaba las verduras, los dos hombres discutían sobre sus labores para ese día.

- Te dije ayer, Y TE RECORDÉ ANOCHE, que necesitaba ayuda en el cobertizo.- Lliffy le enunciaba a Xin su labor un poco molesto.

- Oh, mierda. Es verdad... Se me olvidó por completo.- Decía Xin mientras se rascaba la cabeza un poco avergonzado.

- Pues nada, tú sigue durmiendo, como lo hacemos los demás.- Las broncas de Lliffy eran un tanto sarcásticas.

Mientras tanto, Musi estaba acabando con el desayuno. Para esa mañana, ella había preparado una sopa de verduras.

- En fin...- Suspiraba Lliffy negando la cabeza de decepción ante Xin.

- Entonces, ¿qué quieres que haga?-

- Pues darme una alegría, de vez en cuando.-

- A saber cómo...-

- ¡BAJAD, PAZGUATOS! - Musi, aporreando una cacerola y un rodillo de cocina, gritaba al piso de arriba avisando del desayuno. Del grito, Babas empezó a despertarse, un poco molesto, y, seguidamente, bostezaba tendido en su lecho.

- Anda, ve a desayunar.- Ordenaba Lliffy a Xin de forma más sosegada.

- ¡A desayunar! - Continuaba Musi gritando.

- Sí, que ya mi estómago empieza a rugir.- Xin obedeció a su tío y corrió al piso de abajo. Saludó a su tía y se sentó rápido en la mesa.

Tras Xin, Lliffy bajó seguidamente de una forma más perezosa, rascándose la barriga de forma varonil. Musi le observaba negando la cabeza. Era una de las cosas que odiaba de su marido, entre muchas otras...

Ya abajo, el hombre de la casa le besó en la mejilla. - Buenos días, cariño.- Le deseó a ésta seguidamente.

- Venga, coge sitio que voy a repartir.- Mirándole un poco cabizbaja.

- ¿Qué hay de comer? - Preguntó Xin a su tía.

Musi se giró hacia la cocina para ir repartiendo los cuencos. - Sopa.-

Los dos pandarens se vieron decepcionados ante tal desayuno, guardando un pequeño tiempo de silencio, hasta que Xin lo rompió. - ¿Sopa para desayunar? -

Viendo que a los hombres no les sentaron bien ese menú para desayunar, la señora empezó a crujir los nudillos como forma de aviso. La respuesta de Lliffy y Xin fue un trago amargo de saliva y tomar la sopa a sorbos, sin rechistar. Al mismo tiempo, Musi cogió su propio cuenco y se sentó a degustarlo al lado de su marido tomando pequeños sorbos. Sin embargo, los dos hombres empezaron a mantener una conversación entre susurros.

- ¿No te parece algo insípido? - Le susurraba Lliffy a Xin.

- Bastante, la verdad. - Le respondió a éste.

- ¡Shhhhhh, que te puede escuchar con esas orejas super tonificadas! - Le advertía susurrando.

Como era de esperar, subestimaron el poder del correveydile de Musi, la cual respondió ante esos susurros mientras se le marcaba la vena de la frente. - ¿Perdón...? -

Los hombres, asustados, empezaron a responder de cualquier manera para apaciguar a la señora.

- Digo que nadie supera tus sopas, tía. Son muy buenas, bastante buenas.- Respondía Xin con una sonrisa temblorosa.

- Muy buena, cariño...- Respondió Lliffy de manera casi antinatural. - Todo un desayuno continental.-


Musi se emociona a escucharlos, de manera un tanto teatral, respondiéndoles... - Pues ha sobrado, así que preparad los cuencos que hay que acabársela.-

Los hombres empezaron a arrepentirse de sus actos por dentro. Por fuera eran más sonrisas forzadas o un "¡Qué bien!". Por otra parte, Musi no iba a repetir, sino se dirigió a lavar su cuenco mientras seguía tarareando aquella canción de pueblo.

- Pssssss. - Le chistaba Lliffy a Xingani. - Dime que tienes algo guardado en los bolsillos para comer.-

- Qué va.- Le respondió de con voz baja. - Ayer me acabé la cena de media noche.-

- Dios... Esto no se lo daba yo ni a los peces de acá.-

- Ya te digo...-

Durante la conversación secreta que Lliffy y Xin mantenían, Babas se espabiló de una vez, con lo que Musi respondió. - ¡Ayyy, mi Babas! - Seguidamente, le sirvió un cuenco de comida que a los dos hombres le parecía mejor que aquella sopa.

- ¡Ya he terminado! - Decía Lliffy a Musi de forma conveniente. - Voy a por las herramientas al piso de arriba...- Se marchó de ese piso, dejando a Xin tirado en la mesa.

- ¿Y ahora qué hago yo? - Pensaba Xingani en voz alta.

- Anda, ve a ayudar a tu tío...- Le respondió Musi mientras se volvía a la mesa y la recogía para lavar los cuencos.

- Está bieeeeeeen...- Xingani empezó a subir las escaleras de forma perezosa.

- ¡Luego tenemos que volver a El Alcor, que quiero enterarme de más cotilleos! - Grita la parienta, pero sin respuesta.

Dentro del piso se arriba, se encontraba a Lliffy rebuscando entre sus cosas algún resto de la comida de ayer. El muy gañán ocultaba sus cosas debajo de su almohada, cubierto con una tela para proteger. Desenvolvió los restos de ayer y empezó a comer en secreto. Xin, nada más pisar el suelo de ese piso, vio a su tío sentado de espaldas al mundo. Sabía lo que hacía...

- ¿TE QUEDA ALGO? - Preguntó de forma desesperada.

Lliffy, al escuchar a Xin, tragó una buena parte de lo que tenía guardado, tanto que sonó por el piso ese trago.

- ¡Pasa! - Pedía Xin.

- ¡Calla! -

- No diré nada si me das un poquito.-

- Toma, pero solo un poco.- Le cedió un mendrugo de pan y un poco de la cena de ayer.

- ¡Gracias! -

- ¡Shhhhhh! - Le chistó Lliffy a Xingani.

Lo que ellos no sabía, es que Musi le olía a sospecha. Tanto tiempo para coger su cinturón de herramientas la obligó a subir las escaleras de forma sigilosa hasta encontrarles con las manos en la masa.


 Musi empezó a patadear el suelo de forma impaciente y lo combinó con una tos fuerte y falsa. - ¡Ejem! -

Cuando se percataron de que la parienta les había pillado, empezaron a secretar sudores fríos por sus cuerpos y, titubeantes, se giraron para verla mejor. Musi entró en un estado de furia (Modo Sombras) y desenfundó su sartén para repartir lecciones de humildad a estos dos, los cuales suplicaron por sus vidas. Lógicamente, nadie escuchó sus súplicas...


Los granjeros que entraban a trabajar en sus respectivos huertos pudieron escuchar la bíblica bronca que Musi soltó esa "tranquila" mañana.

- ¡HASTA LOS OVARIOS ME TENÉIS! - Furiosa, se arregló las mangas y, después, bajó las escaleras de forma frustada.

En esa mañana... Los dos hombres lloraron de tal manera que incluso los vecinos temieron por sus vidas al escuchar esos gritos de ira infinita.