martes, 14 de julio de 2015

El heredero Cap. 5

Nota del autor: Iba a escribir otros capítulos más para aclarar ciertos puntos pero suponía explicar las motivaciones y conclusiones de otros personajes  enredando y alargando demasiado la cosa. Así que cedo ya el turno a mi compi de aventuras para que siga la trama. Si alguien está leyendo la historia y le interesa saber algo que se le escape se agradece el comentario.

Cap. 5: Koga.

El pequeño destacamento se preparaba minuciosamente para el asalto. Aunque eran los mejores del torneo Argenta sabían que la misión que tenían por delante era peligrosa y no todos volverían.

Koga se recogió la larga melena rojiza en una coleta alta. Comenzó a vestirse con su pesada armadura mientras rezaba en la soledad de su tienda de campaña. Rezaba a la luz, a los ancestros, a los dioses antiguos y a cualquier ente celestial que quisiera escuchar su ruego.

Todos decían que era un valiente, un héroe, pero la cruda realidad era que le aterraba volver a Corona de hielo y lo que allí le esperaba. El corazón le iba a cien y le templaban las manos. No había vuelta atrás se repetía una y otra vez.

Abandonó la tienda y fue en busca de su sobrina Eray. La joven sacerdotisa deambulaba  visiblemente nerviosa, era la primera vez que iba a ejercer de sanadora en un combate.

-¿Estas lista?- Le preguntó el paladín cuando se reunieron. La cogió por los hombros y la miró directa a los ojos. - Prométeme que harás lo que te dije. Júrame por lo más sagrado que pase lo que pase lo harás.

- No te fallaré. Lo juro- a la joven sacerdotisa le falló la voz.

-o-

Los sonidos de la batalla lejana se extendían por los amplios pasillos de la ciudadela helada. El grupo de Koga se había separado del resto del destacamento con la misión de liberar a los prisioneros de las mazmorras. A pesar de sufrir importantes bajas el maltrecho grupo escoltaba a los liberados a lugar seguro.

Koga hizo una señal a Eray. Se fue quedando rezagado separándose del grupo. Se desvió por un largo pasillo. Miró varias veces hacia atrás. No había indicios de que la sacerdotisa le estuviese siguiendo. Maldijo.

Deambuló por las estancias vacías. Tarde o temprano el demonio saldría a su encuentro, sabía que él estaba allí. Lo que no esperaba es que llevase a la joven sacerdotisa como rehén.

- Suéltala. Esto es entre tú y yo.

Koga sostenía la espada en alto amenazando a su adversario. El demonio se rascó la perilla en un gesto despreocupado.

-No voy a perder el tiempo luchando contigo. La cuestión es mucho más simple paladín y lo sabes. Me sellaste en el cuerpo de tu hermano. Tu alma es la llave para liberarme de este débil cuerpo mortal y recuperar mi poder. Dame lo que quiero o mato a esta preciosa niña.- Le apretó con fuerza el cuello por donde la sujetaba- Puedo ser más persuasivo con tu mujer. Cuando acabe con ella su alma no tendrá un cuerpo al que volver, también mataré tu hermana y sus adorables gemelos.

El paladín cerró los ojos por un instante rogando a la luz sagrada que le diese fuerzas.

- Si me entrego… ¿Qué me garantiza que liberaras el alma de mi hermano y no harás daño a ninguna de ellas?

El demonio ladeó la cabeza y sonrió- Nada.

Koga bajó la espada. Miró a Eray, vio la suplica en sus ojos.

- Hagamos un trato. Júrame que jamás harás daño a mi familia, Un juramento arcano y yo haré un juramento sagrado.

- ¡Está bien paladín testarudo!- Exclamó el demonio exasperado-Primero tú.

Koga hincó una rodilla se apoyó en su espada- Juro por la luz, lo más sagrado y por mi honor que después de que pronuncies el juramento arcano podrás hacer conmigo lo que quieras.

El demonio trazó unos símbolos en el aire. La atmosfera vibró – Que las fuerzas arcanas impidan que dañe a nadie que lleve el nombre de la casa Runaplata. Excepto al paladín aquí presente.-liberó a la muchacha del hechizo de inmovilidad que cayó de rodillas al suelo jadeando.

El paladín apretó la empuñadura de su espada para que no le temblara el pulso. Una vez más suplico en silencio el perdón. Bajo la mirada y tomó aire. Con un giro rápido de muñeca apoyo el filo de su hoja en el cuello y dio un enérgico tirón.

Sintió el agudo dolor y la calidez que brotaba de su cuello, luego las voces los sollozos quedaban muy lejos. Se le nubló la vista. Le fallaron las rodillas y cayó al suelo. La oscuridad le envolvió.

 -¡¡Venga hombre!! ¡¡No fastidies!!- el demonio levantó los brazos desconcertado e irritado. Era algo impensable que un protector de lo más sagrado como era la vida rompiera su juramento y cometiera tal sacrilegio contra la suya propia. Estaba furioso, el maldito paladín se la había jugado.

Koga se encontró mirando al suelo donde yacía su cuerpo en un charco de sangre. A su lado estaba Eray, una luz blanca y pura. Lagrimas de luz se desprendían de ella. Intentaba resucitarle. No podía saber que a las almas de los suicidas no se les permitía volver.

Tras ella había una extraña nebulosa de luz con infinidad de formas y colores. Supo lo que aquel demonio era en realidad. De súbito la nube se abalanzó sobre él. No pudo tocarle, ahora era un alma desterrada. La extraña niebla vibraba y se retorcía rabiosa. No había sonidos en aquel mundo difuso. Los labios de la sacerdotisa se movían entonaban el salmo que él le había enseñado. Encerraría para siempre a aquel ente devorador de almas a lo más profundo del subconsciente de Zerth.

La nube se condensó y su forma se definió en la conocida silueta de su hermano. Los colores se arremolinaron en su interior. Este extendió la mano hacia el cuerpo inerte de Koga y una luz mortecina se desprendió cubriendo su cadáver. El cuerpo se movió, al poco rato se incorporó.

¿Para qué animar aquella cascara vacía carente de alma? Koga no se sorprendió. Ya no sentía temor, ni alegría, ni desesperación ni nada. Solo sentía que había llegado el momento de marcharse.

-o-

martes, 7 de julio de 2015

El heredero Cap.4

Cap. 4

Elección.

Dhante contaba las monedas de oro mientras pasaba por la galería ajardinada. Al otro extremo se encontraba Yuhe sentado en un banco y cabizbajo.

- El titulo de heredero parece que no te ha sentado muy bien muchacho- Dhante se sentó a su lado y encendió su pipa.

El joven paladín se echó hacia atrás y se pasó las manos por el pelo, resopló. No dejaba de darle vueltas a la cabeza.

- Esto es absurdo. No sé en qué piensa el tío. Toda la vida insistiendo en que me labrara una carrera militar y ahora quiere que lo deje para ocuparme de toda la familia. -protestó - Empiezo a cansarme de que haga lo que haga, nunca estoy a la altura.

Dhante soltó una bocanada de humo

- Entiendo. Imagino que no es fácil ser el hijo de un héroe de Rasganorte pero no creo que sea por eso Yu. No olvides que las leyendas son solo eso: leyendas. Y como dijo el poeta: “De lo que ves créete la mitad. Lo que no ves no te creas nada" No te empeñes en ser alguien quien no eres solo para contentar a los demás.-Dio una calada a la pipa - Quizás sea hora de dejar de ser "el hijo de" y empezar a ser egoísta.

- No quisiera verme obligado a dejar la orden de los caballeros de sangre - se cruzó de brazos. Miro al suelo.

- Acabas de decir que estar harto de ser la sombra de tu padre y que yo sepa, nunca fuiste muy entusiasta de actos bélicos.

- No es eso, es que....

Dhante miró a su primo, enarcó una ceja - ¿Es por una mujer? ¿Otra compañera de armas?

- Bueno, también pero no exactamente…- El joven paladín empezó a sonrojarse.

La sonrisa de Dhante se fue ensanchando hasta estallar en una carcajada- ¡Te has vuelto a enamorar!

- Bueno, en verdad no hay nada entre nosotros- Yuhe desvió la mirada - solo es la sanadora de mi grupo.

-¡Ay hermano! - Dhante suspiró divertido - Te tengo dicho que donde tengas la saca no metas la...

- ¡Ya lo sé! - Yuhe levanto la mano para interrumpirle - Ya conozco ese dicho gobling.

- Pues no quiero escuchar llantos cuando te de la patada como las otras... ¿Cuántas? ¿Tres? ¿Cuatro?

- Tres - dijo Yuhe mirando a su primo con antipatía - Gracias.

-¡En fin! Yo me vuelvo a Bahía- apagó su pipa en el banco - Te daré un consejo muchacho: Ten bien abiertos los ojos - le dio una enérgica palmada en la espalda y se levantó- Si alguna vez necesitas a tu "hermanito mayor" solo tienes que preguntar a algún comerciante gobling.

-o-

Yuhe entró sin llamar en el despacho de Zerth. Estaba decidido a desafiar de nuevo la autoridad de su tutor. Esta vez no se iba a dejar pisar.

La estancia estaba en penumbras. Zerth descansaba en un amplio sillón.

-¿podemos hablar sin que me silencies?

Zerth hizo un gesto indicándole que hablara.

- Tu decisión es un error. Ni me pertenece ni soy el más indicado.

- Mañana será oficial. No voy a cambiar mi dictamen.- La voz del patriarca sonaba cansada.

Yuhe tomó aire, se preparó para iniciar una nueva discusión.

– Sinceramente tío Zerth; si hasta hoy he cedido a todos tus designios ha sido por respeto pero eso se ha terminado. Cuando ingresé en la orden de paladines hice un juramento: “servir y proteger” y eso es lo que pienso seguir haciendo.

- No lo entiendes. Cuando yo no esté no podré protegerte.

- Pusiste una espada en mi mano siendo un crio. Te puedo asegurar que he aprendido a defenderme solo.- A Yuhe le irritaba cada vez más que siguiera tratándole como a un niño.

- No, no puedes. Tu padre te condenó. Nos condenó a los dos. Yuhe, tienes que saber la verdad…-Le costaba mucho hablar. No pudo seguir. Cada vez que intentaba contar la verdad aquel maldito demonio se lo impedía. Estaba exhausto de luchar durante tantos años contra aquel ente que invadía su ser anulando su pensamiento y sus palabras. Ya no le quedaban fuerzas y se rindió.

El brujo juntó los dedos frente a su mentón y sonriendo susurró para sí –Un obstáculo menos.-subió el tono de voz para que fuera audible- ¡Muy bien paladín! Si quieres renunciar al título de heredero tendrás que renunciar al nombre de tu casa.

¿¡Renunciar al nombre Runaplata?! Yuhe se mordió la lengua para no soltar una barbaridad. ¿A qué venía semejante estupidez?

Llamaron a la puerta. Yuhe no esperó a que su tutor diera permiso y abrió. No quería seguir conversando porque terminaría perdiendo la calma. El ama de llaves le entregó un comunicado oficial para su tío del consejo arcano y otro para él. Era un llamamiento a la tropa para su reincorporación inmediata. El muchacho se sintió alarmado. Aquello no era buena señal.