martes, 10 de noviembre de 2015

El Sendero De La Furia. IV La Pérdida



Shan´Nah se alegraba de haber salido por fin de la Cresta del Fuego Glacial. Habiéndose criado a caballo entre Durotar y Filospada, el frío era una de las cosas que más le molestaba, aunque su irritación también tenía un componente práctico, pues ella luchaba mejor con armaduras ligeras, que aunque abrigasen menos, le permitiesen una mayor movilidad. Muy a su pesar y aunque fuerte, no podía igualar la prodigiosa fuerza de su padre, que le permitía portar pesadísimas armaduras como si fuesen de papel.

Pero Gorgrond era otro tema: el clima allí era cálido y húmedo, había árboles por doquier y todo tipo de bestias, que de vez en cuando se envalentonaban y proporcionaban algo de ejercicio y un sabroso almuerzo. Lo único malo de ese sitio era lo fácilmente que podías perderte por sus caminos.
-Shani, creo que nos hemos perdido. Juraría que este árbol ya lo hemos pasado tres veces.
Repentinamente, un cadáver con la cara despellejada cayó colgando cabeza abajo desde el susodicho árbol y dijo: – En realidad habéis pasado cuatro veces. 

Gromil emitió un chillido de sobresalto y cayó de culo al suelo, mientras su hermana se lanzaba a golpear con fuerza el cráneo de la cosa que había caído del árbol.

-¡Auch! ¿Pero a ti qué te pasa? – El cadáver, visto con más detenimiento probó no ser tal, sino un joven orco escuálido de su edad, con un cráneo puesto en la cabeza a modo de máscara.

-Si no quieres recibir, no vayas asustando a la gente. – El ceño de Shan´Nah permanecía fruncido. – Ahora quítate de en medio. Tenemos que llegar a Talador y atravesarlo.

-Pues vais mal. – El joven de la calavera asintió, muy seguro de sus palabras.
-Vamos bien. – Gruñó la orca. – Sólo tratas de confundirnos.-
Gromil se rascó la cabeza, ahora más tranquilo. 

-Hombre, el susto ha sido una cabronada, pero es un local. Probablemente sepa más que nosotros. – Sugirió, sin mucha esperanza de que su terca hermana accediese a escuchar al desconocido. Ella se limitó a caminar hacia adelante por el sendero.

El calor de la selva era asfixiante y la humedad les hacía sudar a chorros. El camino resultaba tremendamente familiar y al cabo de un rato volvieron a toparse con el chico del cráneo, sentado cómodamente a la sombra de un árbol comiendo una fruta.

-Os dije que ibais mal. – A pesar de que su rostro quedaba completamente cubierto por el cráneo, ambos supieron que el joven orco marrón estaba sonriendo.

-Un despiste, no volverá a ocurrir.- Bufó la guerrera, y emprendió el camino de nuevo.
-¿Todos en el sitio de donde venís son tan tercos?- Preguntó a Gromil de la que pasaba a su lado.
–No, sólo ella. – El chamán, abatido y con resignación, no tuvo más remedio que seguir a su hermana. 

–¡Os veré en un rato! - Se despidió el Riecráneos.

Pasaron las horas de arduo camino con el cansancio acumulado por haber dado aquella vuelta innecesaria al lugar donde  se habían encontrado al extraño personaje por primera vez. Gromil apenas podía dar un paso más, cuando algo más adelante en el camino oyeron una voz familiar.
 
-Habéis tardado más de lo que creía. – El joven local rió, para irritación de la chica. - ¿Queréis que os guie?

-Sí.- Respondió Gromil, harto de haber caminado tanto para nada, lanzando una mirada que dejaba bien claro que no iba a aceptar otra caminata sólo por la terquedad de su hermana. Ésta bufó.
-¡Genial! Lo pasaremos bien, y ahora que anochece, se hará más cómodo caminar. – El muchacho borró algo que había dibujado a sus pies, con una ramita, y echó a andar.- Por cierto, mi nombre es Pan´Chok.

-Yo soy Gromil, y la que va detrás de nosotros de morros es mi hermana Shan´Nah. – Se lo pensó un poco, y decidió que lo correcto era disculparse por la brusquedad de su hermana con su nuevo amigo.- Siento que haya sido tan borde. No es mala gente, pero no le gusta admitir que no tiene razón.

-Bueno, si te digo la verdad, ella tenía razón. Iba bien, y habríais llegado a Talador de no ser por un poco del viejo mongo-bongo de la jungla.- Gromil alzó una ceja levemente al atar cabos.
-Maldición, debí haberlo visto antes, eres un Riecráneos. Tu gente tiene un retorcido sentido del humor.

Pan´Chok empezó a partirse de risa mientras Shan´Nah, algo más retrasada, cargando su equipaje y el de su hermano, les echaba una mirada asesina debido al desconcierto por la risa.
–Culpable, pero se lo merecía por borde. Traté de disculparme por asustarte y todo.

El joven chamán bufó, pues aunque su hermana sí que se merecía algo así, él no, y le habían hecho caminar en balde. - Es muy protectora, no le gusta que se metan conmigo, pero no le diré nada… - Sonrió al ocurrírsele una idea brillante. – Siempre y cuando nos lleves por un camino que nos haga recuperar el tiempo perdido.

Pan´Chok rió y palmeó la espalda de Gromil. – ¡Claro, eso está hecho! Seguidme.

La caminata en la oscuridad había resultado mucho más llevadera de lo que Gromil podía esperar.El no tener que cargar con su mochila y las temperaturas cálidas, pero menores al día, ayudaban mucho. Además, Pan´Chok resultaba ser un tipo muy animado y charlatán, con todo tipo de anécdotas que le distraían. Tal era así, que poco a poco se fue olvidando de pisar con cuidado. Repentinamente, un ruido le sobresaltó: había chutado a una especie de pequeña planta, que se alejó corriendo hacia el interior de la jungla.

-Qué bicho más majo, espero no haberle hecho mucho daño. – Se lamentó el joven y sensible chamán.

-No son majos. – El tono del Riecráneos se volvió muy serio de repente.- Sacad las armas; en breve saldrán por decenas de la maleza.

Shan´Nah asintió y aferró con fuerza su hacha, esperando la arremetida de los vainetes. Gromil, algo dubitativo, enarboló la maza mientras trataba de tranquilizar su mente para poder pedir ayuda a los elementos, mientras Pan´Chok descolgaba de su cinturón los dos tomahawks que portaba. Pasaron unos tensos instantes en los que sólo hubo silencio; las adorable plantitas corredoras no habían acudido en manada como el bromista había predicho.

-Te has equivocado, Riecráneos. – Espetó enfadada la orca, sólo para ver su afirmación seguida de un terrible estruendo y un temblor de tierra que iba en aumento. La cara de Pan´Chok se volvió tan blanca como el cráneo que portaba. – ¡Corred!- Advirtió, antes de hacer lo propio.

-Los Lightningblade no huyen de unas florecillas. – La orco parecía más segura de esa frase que su hermano, al ver lo rápido que su nuevo amigo había puesto pies en polvorosa.

-Shani, tal vez deberíamos…- Gromil no tuvo tiempo de acabar la frase, porque un montón de vainetes saltaron de la espesura chillando y blandiendo sus lanzas en alto, mientras el terremoto crecía en intensidad. Dos rápidos tajos al montón que corría en estampida frenaron la primera oleada.
-¿Ves? El Riecráneos es un cobarde. – Aseguró la guerrera, satisfecha, antes de alzar la cabeza y ver como una enorme bestia se acercaba a pasos agigantados: una bestia de aspecto vegetal, monstruosa y cuadrúpeda, que recordaba a un híbrido entre centauro y planta, con el tamaño de una montaña y cola de dinosaurio. – Sabes que… creo que este es uno de esos momentos en los que papá dijo que debíamos evitar batallas innecesarias que no podíamos ganar… ¡Corre!

Ambos orcos echaron a correr sin saber muy bien hacia dónde iban, corriendo con todas sus fuerzas mientras el gargantuesco genosaurio ganaba terreno. Apenas podían con el alma por el titánico esfuerzo, pero la adrenalina obraba milagros. Sin embargo se percataron de que no era su día de suerte cuando el camino terminó abruptamente frente a ellos.

Donde antes había habido un puente colgante ahora no había nada en absoluto. Sus opciones eran saltar a un destino incierto o enfrentar una muerte casi segura. La orca dio la espalda al barranco y se preparó para afrontar el fin con sangre y honor. Lamentaba que nunca llegaría a liderar el Clan, y se arrepentía de no haber obedecido a sus padres y salvaguardado el hogar a la espera de su regreso. Su hermano jamás llegaría a alcanzar el destino que las Furias tuviesen para él. Gromil, no podía dejarle morir. Por mucho que se metiera con él, era un chamán. Eso era más importante que su ego de guerrera. Él era un elegido de los espíritus, el alma de su Clan, y no podía permitir que muriese en una selva olvidada por que ella no había querido escuchar a su guía.

La bestia apareció y se encabritó, haciendo gala de su terrible majestuosidad. Se dispuso a lanzar el primer y último ataque de esa lucha, cuando Shan´Nah  lanzó su hacha contra él, y en un rápido movimiento empujó a Gromil al vacío. Él no la habría dejado sola por propia voluntad. 

Los vainetes, envalentonados por la presencia de la bestia, se abalanzaron sobre la orca desprevenida. La joven luchó con sus puños desnudos y logró lanzar a algunos por el barranco, más por casualidad que por intención; sin embargo, eran demasiados. Los dientes de las criaturas se clavaban por todo su cuerpo, las laceraciones aparecían en cada zona de piel al descubierto y la sangre manaba en abundancia. Shan´Nah se sentía desfallecer, pero su rabia le impedía hacerlo. Un ruido seco y un fuerte golpe, como de una onda expansiva, fueron lo último que sintió.

Gromil se sintió volar por unos segundos antes de darse cuenta de lo que había sucedido. Se estiró por completo sin soltar su maza y con los pies en dirección al agua, rezando para que el río fuese lo bastante profundo. La sacudida del impacto y la falta de aire así se lo confirmaron. Luchó por salir a flote, justo a tiempo para ver caer una figura pesada no muy lejos de donde él se encontraba. Nadó en aquella dirección, tomó aire y se sumergió, tratando de encontrar lo que había caído. Era Shan´Nah, estaba inconsciente o muerta. Gromil, esperando que no fuese lo segundo, agarró el pesado cuerpo de la orca forrada en placas y lo arrastró hacia la orilla, con extrema dificultad y casi ahogándose un par de veces en el proceso.

Su hermana no respiraba, y aunque lo hiciese, las múltiples heridas de su cuerpo, doblado en ángulos antinaturales, probablemente la matarían. Él carecía del poder que se requería para sanar a alguien en ese estado. Tal vez ni el propio Drek´thar o Thrall lo tuvieran, pero él lo intentaría. En este mundo las Furias eran fuertes y parecía que de algún modo habían velado por ellos. Rezó para que así fuera y que los espíritus del agua trajesen de vuelta a su hermana, restaurada.

Se concentró y extendió las manos hacia ella, sin aparentemente lograr nada. No podía creerlo, su hermana había muerto por acompañarle en una estúpida aventura, no era justo. Era gruñona, era hosca, era insoportable, bruta y se metía con él, pero también había sido siempre una buena hermana que había cuidado de él, y en más de una ocasión se había llevado los golpes que él debería haber recibido. No era posible que también ella fuese a llevarse la muerte que el debería haber sufrido por patear aquella estúpida cosa. Dio un fuerte puñetazo sobre la coraza metálica y hecha trizas de la orca, con toda su rabia contenida. Shan´Nah, de repente comenzó a toser agua, mientras su cuerpo se restauraba lo suficiente como para permitirle moverse. 

-Mi hacha… – Fueron las primeras palabras que logró balbucear entre toses. Gromil no cabía en sí de gozo: su hermana no estaba muerta, esta vez él la había salvado. Detalle que se abstendría de mencionar, no fuese a caerle un bofetón.

-No tienes hacha. – Se apresuró a responder. – La perdiste en el combate, y casi te pierdes tú misma. Hablando de lo cual, si vuelves a intentar algo así, veremos si todo lo que papá te enseñó sobre pelear con hachas sirve de algo cuando te mate.

Shan´Nah se esforzó por sonreír.

 –Ni en este estado podrías conmigo, pero gracias. Cuando la onda expansiva me golpeó… me pareció morir. Aunque supongo que no fue así, si me has curado.

Gromil asintió; la muerte no podía curarse. Había visto gente ir y venir del borde, pero nunca a nadie que cruzase la línea y volviese, al menos no sin ser un no muerto. La gente no resucitaba más que en los cuentos y las leyendas. ¿O tal vez sí…?

El Sendero De La Furia. III- El cubil de los lobos



Las olas, llevadas por el gélido y fuerte viento, azotaban el casco del barco. Shan’Nah se alzaba estoica en la proa, ignorando la nieve que caía a su alrededor, mientras en la distancia veía aparecer por fin tierra firme.

-¡Eh! Gordo, levántate y mira eso. – Sacudió una patada a su hermano, que dormitaba en cubierta tapado por completo con gruesas pieles, parte del botín que habían obtenido de sus asaltantes de la Horda de Hierro.

- ¿Ya llegamos? – Preguntó Gromil entre gruñidos casi ininteligibles. – Y no estoy gordo, soy fornido.

- La palabra que buscas es fondón. – Miró hacia la costa escarpada y sonrió. – ¿Ves aquello? Era nuestro hogar tal y como nuestros ancestros lo conocieron. No la ruina desértica que dejó la Legión Ardiente.

Gromil se limitó a asentir, mientras en su mucho más ágil mente elucubraba todo lo que podría haber llevado aquella tierra fría y salvaje a convertirse en el erial que ahora ellos llamaban hogar. - Cresta del fuego Glacial.- Se limitó a murmurar.

Desembarcaron en una ciudadela costera propiedad de la Horda de su mundo, cogieron sus escasas pertenencias, pues viajaban ligeros, y se acercaron a la gigantesca hoguera central del campamento en busca de calor. Pasaron un rato escuchando las historias de los viajeros que allí se reunían, mientras comían algo para reponer fuerzas, y entonces Shan’Nah escuchó unas voces familiares.
Un semiorco azulado se acercaba a la hoguera, acompañado de un guerrero y una mujer. Todos ellos llevaban el emblema de los Lobo Gélido; eran de su mundo y amigos de sus padres. Shan’Nah maldijo su suerte y pegó un tirón de una de las pieles de su hermano, que comía distraídamente, para tratar de cubrirse con ella y ocultarse.

-¡Oye! ¡Que eso es mío! – El joven orco protestó a voces mientras agarraba su piel y tiraba de ella de vuelta. – Tuviste tu oportunidad de quedarte con pieles, pero la señora soy-muy-dura-para-tener-frío no quiso.

-¡Calla, cúbrete la cabeza y dame eso! – La orca echó una mirada asesina que desconcertó a su hermano. Sin embargo, el desconcierto no duró demasiado, pues una mano grande y verde se posó sobre el hombro del chamán.

-Vaya, si son los niños de los Lightningblade. - Dijo el guerrero con una sonrisa afable. – Me alegra ver que estáis bien. ¿Dónde están Idnaar y Radna?

Shannah se quedó sin palabras. Su escapada iba a terminar antes aún de haber empezado: les habían pillado de pleno y les devolverían a casa. Maldijo en silencio. 

– Ellos vienen en otro barco, tuvieron que quedarse un poco más en el puerto por un carro que recuperamos de unos de la Horda de Hierro. – Lo imposible acababa de suceder: el cabezahueca de su hermano habría salvado la situación si se tragaban esa mentira. Que bien mirado, no era más que la verdad, omitiendo el hecho de que sus padres vendrían dándoles caza.– Nos mandaron delante para que fuésemos buscando un buen sitio para hospedarnos. Debemos asumir responsabilidades y valernos por nosotros mismos.

El medio orco sonrió.

 –Sí, ya no sois niños, es normal que vuestros padres confíen en vosotros. – Tras aquello, frunció el ceño y miró fijamente a Gromil. – Veo que los espíritus de Draenor te hablan con fuerza… El rayo te llama.

-Sí y la cama en la taberna también nos llama, ha sido un viaje largo, ¡sangre y truenos! – La joven orca agarró a su hermano del brazo y tiró de él en dirección a la taberna. Comprarían algunas provisiones y saldrían de allí antes de que los Lobo Gélido se diesen cuenta de que les habían mentido.

La chamana esperó a que los niños se hubiesen ido y echó una mirada reprobatoria a Grizoltk.
-Sabes tan bien como yo que mienten.

-¿Han mentido? – Gromgard, el guerrero, se sorprendió. – En ese caso debemos detenerles, sus padres estarán preocupados.

El chamán semiorco alzó una mano para parar a Gromgard, que ya iba tras los muchachos, y negó con la cabeza. – Normalmente te daría la razón, pero las Furias deben de tener algún tipo de plan para el chico.- Hizo una pausa. – Como dije, el rayo le llama. Los espíritus del relámpago se arremolinaban a su alrededor.

Gromgard, poco conforme con la respuesta miró a Dagra, quien asintió. – Tampoco yo estoy muy conforme, pero Griz tiene razón. El guerrero bufó. 

–Les daremos ventaja. Si los espíritus tienen planes, espero que los cumplan antes de que sus padres lleguen aquí, porque entonces, con espíritus o sin ellos, el honor me obligará a ayudar a nuestros amigos.

El Sendero De La Furia. II - Más allá del portal oscuro



Shan´Nah terminó de subir las escaleras y se detuvo frente al Portal Oscuro. Los vientos de magia que emanaban del mismo movían con suavidad las pequeñas trenzas que venían desde la base de su cresta. Un olor familiar en el aire hizo que agriase el gesto: Brujería.

Jadeando con fuerza tras ella, su hermano por fin le había dado alcance. Shan´Nah era una orca de acción, se ejercitaba a diario y hacía todo lo posible por ser siempre más fuerte y resistente, tratando en vano de algún día, tal vez, lograr igualar a su padre. Él, por el contrario, tenía una filosofía de vida más contemplativa, y eso se notaba en su panza. Con tan solo 14 años ya era mucho más sabio y culto que la mayoría de los orcos. Siempre había sido el inteligente de la familia: fue el primero de los dos en aprender a leer y escribir; al poco tiempo ya era mejor que sus padres en ello. Había aprendido de su "tito Rosadito" las peculiaridades de la conducta y el lenguaje de los elfos de Sangre, e incluso a pesar de la ausencia de ningún mentor, fue capaz de lograr comunicarse con los espíritus. Gromil era un chamán, o lo sería si se esforzaba lo suficiente y estudiaba. Su responsabilidad era infinita: era el primero de su estirpe bendecido con esos poderes, y si bien todo lo relativo a los espíritus resultaba algo alienígena para sus padres y su hermana, sabía que contaban con él para que el día de mañana se ocupase de los asuntos espirituales del clan.

-Odio la brujería. - Declaró la adolescente ante su hermano mellizo, que se encogió de hombros.
-Es lo que hay. Pero si te sirve de consuelo, sin ella no tendríamos esta oportunidad.- Al escucharle, Shan´Nah gruñó levemente.

- ¿Nos va a doler? - La guerrera trataba de hacerse a la idea de lo que sería su viaje a través del Portal Oscuro.

-No, será como el que atravesamos con papá y mamá. – Respondió él, con más seguridad de la que realmente tenía.

-Pero este no es igual: es rojo y da al pasado. - Shan´Nah sentía una profunda desconfianza por cualquier tipo de magia.

- Será exactamente igual. - Gromil sonrió con malicia. - ¿No tendrás miedo, verdad?
La joven orca no respondió y se limitó a avanzar hacha en mano hacia el brillo rojizo de la imponente construcción. Tenía miedo; no comprendía la magia, y si algo iba mal, no podría salir de los problemas con su hacha, pero el tacto familiar del arma le reconfortaba igualmente, aunque jamás iba a admitirlo frente a su hermano. Ella era la mayor, aunque solo fuese por segundos: ella debía protegerle.

Gromil la siguió, satisfecho de sí mismo. Su hermana resultaba extremadamente fácil de manipular.


En lo que para ellos apenas fueron un par de pasos, recorrieron una distancia imposible de medir, e incluso retrocedieron más de 30 años en el tiempo. Ahora se hallaban de pie frente a una enorme selva, que en la época de donde ellos procedían no era más que un árido páramo destrozado y corrupto por la energía vil.

Ninguno de los dos pudo reprimir una sonrisa al ver su mundo natal aún rebosante de vida. La mayor de los hermanos se giró hacia su mellizo, justo a tiempo para ver como éste se desplomaba.
-¿Es cosa de la magia, verdad? – Preguntó, ayudándole a levantarse.

-No exactamente. Es que los elementos aquí son diferentes, fuertes, chillan. - Gromil se separó de su hermana, haciendo ver que podía valerse por sí mismo. - Estaré bien, debo acostumbrarme y esforzarme por comprenderlos. Pero ya tendré tiempo para eso cuando acampemos. En marcha.
Shan´Nah, aunque no estaba muy conforme con la respuesta, no discutió, y comenzó a bajar las escaleras. Debían adentrarse en la selva dirección al oeste para llegar al embarcadero que les llevaría a zona segura.

Llevaban varias horas de viaje cuando se encontraron con un grupo de orcos diferentes a ellos, pues en lugar de tener la piel verde, la tenían marrón, tal y como la habrían tenido ellos de no haberse contaminado su sangre generaciones atrás con la magia vil de la Legión Ardiente.
-¡Vaya, chica, menudo hacha llevas ahí! - Exclamo uno de los orcos marrones, calvo y con barba trenzada.

-Es un arma fiable y nunca se sabe cuándo hará falta. – Respondió, cortante y en guardia.
- Jaja. - Otro más joven y levemente más atractivo al estilo de los orcos se rió del comentario. - Son buenas palabras, muchacha. ¿Tú y tu novio viajáis solos?

-No somos novios, es mi hermana. - Aclaró Gromil. - Nos dirigimos al Puerto de Hierro.
Shan´Nah reprimió una mueca ante la ingenuidad de su hermano.

- ¿Y quiénes sois vosotros que preguntáis tanto? - Desconfió la orca.

-Perdón, que modales. - Respondió nuevamente el atractivo. - Soy Gaz, y él es Trok.- Señalando al barbudo.- Ellos dos son Thrakka y Dakka. - Añadió en referencia a un orco bajito y obeso, y otro que parecía no comer lo suficiente.

-Eso aún no responde a quienes sois. - Señaló Shan´Nah.

-Somos simples comerciantes que llevamos mercancías a tierras de nuestro Clan, los Lobo Gélido. Si os apetece, podemos compartir el camino; las selvas son peligrosas y nunca vienen mal un par de hachas extra en caso de ataque.

-No lleváis el emblema de los Lobo Gélido. - Puntualizó Shan´Nah, extrañada de que todo fuese tan conveniente.

-¿Cómo que no? - Interrumpió el gordo. - Lo tenemos aquí mismo.- Se señaló a un medallón en el pecho y que traía un logotipo desconocido para ellos.

La joven miró a su hermano en busca de confirmación de la veracidad de las palabras de Thrakka. Gromil se encogió de hombros, incapaz de recordar dónde había visto ese símbolo antes. Lo más probable es que lo hubiese visto de pasada con Gromgard en la sede de los Lobo Gélido de su mundo. Podría ser una versión antigua del emblema; a fin de cuentas estaban muchos años en el pasado, y el colgante de hierro seguía mostrando un lobo.

- Os agradecemos la oferta, generosos comerciantes. Viajaremos con vosotros.- Decretó el muchacho.
El viaje transcurrió sin más sorpresas. Los comerciantes eran charlatanes y animados. A Gromil le caían especialmente bien los hermanos, que se pasaban el día contando chistes subidos de tono y haciendo bromas. Por su parte, Shan´Nah charlaba de vez en cuando con Gaz, el guaperas, que parecía tener cierto interés en ella. Sonrió ante la idea de ver a Shani con un pretendiente: el pobre no sabía lo que le esperaba. Trok, por su parte, se dedicaba a conducir el carro de mercancías, atento al camino.

Acamparon en un claro amplio, un lugar en apariencia seguro desde el cual verían venir cualquier amenaza con tiempo suficiente. Cenaron copiosamente e incluso bebieron algo del licor que los gemelos les ofrecieron. Tenía un sabor extraño, aunque reconfortaba el estómago. Shan´Nah se ofreció para hacer la primera guardia.

Era una noche tranquila, dentro de todo lo tranquilo que puede ser un lugar desbordado por los sonidos de las bestias nocturnas y el crujir continuo de los árboles. La joven orca removía distraídamente las brasas, valiéndose de un palo para evitar que el fuego se apagase, mientras mantenía la vista fija en la espesura para no quedar deslumbrada.

El viejo Trok se acercó y se sentó cerca de ella.

-Tu hermano y tú sois muy valientes al haber hecho este viaje tan largo solos. - Hizo una pausa. - Es admirable, ¿pero qué esperáis encontrar?

-Buscamos a las Furias. Él es un chamán y desea aprender de los espíritus de Draenor. - Bajó la mirada. - En el lugar de donde provenimos el mundo está destrozado y los espíritus son débiles. Explorando este mundo y aprendiendo de la Furias, traeremos gloria y honor al Clan.

Trok sonrió y de repente Shan´Nah sintió unos fuertes brazos que la sujetaban desde su espalda. Era Gaz, flanqueado por los hermanos, quien la había atrapado en una presa férrea de la que muy pocos orcos podrían escapar.

Sin embargo Shan´Nah no era una orca cualquiera: era la digna hija de su padre Idnaar, y heredera de sus increíbles testarudez y fuerza. Juntó su barbilla contra su pecho y descargó un fortísimo golpe hacia atrás con la cabeza. El ruido del hueso al partirse y el alarido de Gaz le hicieron sonreír levemente, pero lejos de detenerse a disfrutar de su triunfo, aprovechó los breves instantes en los que Gaz había aflojado su presa para liberarse y derribar al joven con una fuerte patada.

Rodeada como se encontraba, sus opciones eran escasas. De hecho, se resumían en elegir oponente. Tras valorar sus opciones, cargó contra Thrakka, el que parecía más fornido de los hermanos. Un brutal derechazo dio con el orco inconsciente en el suelo, a tiempo para girarse y ver como Dakka cargaba contra ella.

Recordó sus enseñanzas esquivando jabalíes en el Cruce y esperó hasta el último segundo para apartarse. Dakka tropezó con su hermano y rodó por el suelo, al igual que Shan´Nah al recibir la brutal carga del viejo, que logró inmovilizarla en el suelo.

-Padre, mira lo que me ha hecho esa ramera. - Gaz retiró la mano de su nariz rota, que sangraba profusamente. - ¡Me ha destrozado la cara!

-Tranquilo, cachorro, la venderemos como esclava de placer al peor tugurio que encontremos.- Sonrió malévolamente. - Deseará no haber nacido. Tal vez antes incluso puedas probarla tú mismo.
Shan´Nah forcejeó en vano al escuchar sobre su nuevo destino.  

Gromil dormía plácidamente. Había bebido abundantemente del licor, que le había dado somnolencia sospechosamente rápido. Roncaba sereno, cuando una voz en su cabeza le llamó: "Despierta". Gromil se encontraba tan sumido en el sueño que aún resultaba inalcanzable para la voz. La lluvia comenzó a tocar con suavidad la piel del orco dormido, en cuyos sueños se estaba colando una voz apenas audible: "Despierta". El viento arreció y la hoguera ardió con más fuerza, a la par que el monzón se intensificaba y esta vez escuchó con claridad varias voces al unísono: "¡DESPIERTA!".

Gaz se desabrochó el pantalón de cuero, mientras sus compinches sujetaban a la joven, ahora desprovista de armadura de ninguna clase. El acuerdo al que habían llegado para el castigo a la orca es que él sería el primero, al ser el más perjudicado; a continuación sería el turno de Thrakka, que había sido golpeado por la hembra, y finalmente le tocaría a Dakka, que aunque había salido bien parado, no planeaba quedarse sin su parte de la diversión. Trok, por su parte, se contentaba con la expectativa de dinero. La mercancía demasiado usada valía menos, y aunque no podía evitar que los chicos fuesen chicos, él era un viejo con suficiente autocontrol. Ya se gastaría la recompensa en alcohol y en putas, que aunque menos atractivas, seguro que sobrepasaban a la joven en experiencia.
-Ten cuidado, Gaz, las cachorrillas gélidas muerden. - Dakka se rió.

-Soy una Lightningblade. – Gruñó, forcejeando con renovadas fuerzas, aunque insuficientes. Tras haberle obligado a beber aquel licor mientras la inmovilizaban, permanecer consciente era una batalla que requería de casi todas sus fuerzas. Tal vez sería mejor dejarse ir, no sentir nada, rendirse, pensó. Pero ella era Shan´Nah, hija de Idnaar; ella no se rendía. Podría estar derrotada y humillada, pero eso sólo alimentaría su furia, sus fuerzas. En algún momento iban a descuidarse, y en ese instante se tomaría su venganza.

-Hace años que el Lobo de Hierro exterminó a esos debiluchos.- Thrakka se rió, y una chispa de odio ardió con intensidad en los ojos violetas de Shan´Nah.

-Si tienes suerte, tal vez des a luz a un Thunderlord. Sería un honor para tu lamentable linaje.- Gaz escondía tras su fachada a un ser verdaderamente horrible.

-¿Sabéis cuál es el problema de los Thunderlord? - Preguntó una voz a las espaldas del retorcido guaperas.- ¡Que el trueno arma mucho jaleo, pero el rayo golpea!

Gaz se giró al escucharlo, y un mazazo crepitante de electricidad impactó sobre su pecho, haciéndole volar varios metros hacia atrás en una explosión cegadora. Shan´Nah, viendo su oportunidad, reunió todas sus fuerzas para dar un tirón al brazo que sujetaba Dakka y acercarlo lo suficiente como para alcanzar su cuello de un mordisco y desgarrarlo sin piedad.

-Her... mano… - Alcanzó a decir lastimeramente y entre gorgoteos.

Thrakka, sin perder un solo instante ni soltar a la orca, sacó un puñal y trató de clavárselo a su enemiga. Un rodillazo bien dirigido a la entrepierna terminó con el ataque. Una serie de puñetazos furiosos acabaron con la cara del pobre desgraciado, hasta que su cráneo se convirtió en una masa rojiza e irreconocible. 

Con su obra terminada y la ira levemente apaciguada, por fin el licor sedante se impuso y regresaron los mareos. Trok, atraído por el estruendo apareció en escena y pudo ver a su cachorro con el pecho hundido varios metros más allá del charco de sangre que conformaban los hermanos, y sobre el que se encontraba Shan´Nah de rodillas.

-¡Perra lobo gélido! - El viejo cargó, hacha en mano.

-Soy una Lightningblade y golpeo como el rayo.- Aunque mareada, hizo acopio de todas sus fuerzas y se lanzó hacia adelante contra el orco armado. Trató de esquivar la acometida, pero recibió un hachazo. Le daba igual, eso no la mataría. Cargó contra las rodillas del orco a la carrera, y se valió del impulso de su enemigo para lanzarlo por los aires; frenó en seco y se abalanzó sobre su rival derribado, donde apretó el cuello hasta escuchar el inequívoco sonido de éste al romperse.

Gromil posó la mano sobre el hombro de su hermana, y ésta pudo sentir como los restos del veneno iban desapareciendo, mientras que su herida se cerraba con rapidez.

- ¿Estás bien? – Preguntó, no muy seguro de querer conocer la respuesta. Shan´Nah asintió.
- Ese fue un golpe de mil demonios. Papá se enorgullecería de ti.

Gromil la miró, confuso. La habilidad de Shan´Nah para recomponerse era asombrosa. Si él hubiera estado en la misma situación que ella, con tres orcas, estaba casi seguro de que habría abrazado a su hermana y se habría echado a llorar.

-Vamos, tenemos que recuperar mi hacha y mi armadura.- La orca marchó en dirección al carro, totalmente ajena a lo que acababa de suceder.

El chamán echó un último vistazo al tórax reventado de Gaz. Los espíritus le habían ayudado esa noche, y en Draenor eran mucho más poderosos de lo que él jamás habría soñado. Sin embargo, y a pesar de no haber deseado lo contrario de ninguna de las maneras, no podía evitar la sensación de que esa ayuda iba a tener un precio que no tardaría en descubrir.