Shan´Nah se alegraba de haber salido por fin de la Cresta
del Fuego Glacial. Habiéndose criado a caballo entre Durotar y Filospada, el
frío era una de las cosas que más le molestaba, aunque su irritación también
tenía un componente práctico, pues ella luchaba mejor con armaduras ligeras,
que aunque abrigasen menos, le permitiesen una mayor movilidad. Muy a su pesar
y aunque fuerte, no podía igualar la prodigiosa fuerza de su padre, que le
permitía portar pesadísimas armaduras como si fuesen de papel.
Pero Gorgrond era otro tema: el clima allí era cálido y
húmedo, había árboles por doquier y todo tipo de bestias, que de vez en cuando
se envalentonaban y proporcionaban algo de ejercicio y un sabroso almuerzo. Lo
único malo de ese sitio era lo fácilmente que podías perderte por sus caminos.
-Shani, creo que nos hemos perdido. Juraría que este árbol
ya lo hemos pasado tres veces.
Repentinamente, un cadáver con la cara despellejada cayó
colgando cabeza abajo desde el susodicho árbol y dijo: – En realidad habéis
pasado cuatro veces.
Gromil emitió un chillido de sobresalto y cayó de culo al
suelo, mientras su hermana se lanzaba a golpear con fuerza el cráneo de la cosa
que había caído del árbol.
-¡Auch! ¿Pero a ti qué te pasa? – El cadáver, visto con más
detenimiento probó no ser tal, sino un joven orco escuálido de su edad, con un
cráneo puesto en la cabeza a modo de máscara.
-Si no quieres recibir, no vayas asustando a la gente. – El
ceño de Shan´Nah permanecía fruncido. – Ahora quítate de en medio. Tenemos que
llegar a Talador y atravesarlo.
-Pues vais mal. – El joven de la calavera asintió, muy
seguro de sus palabras.
-Vamos bien. – Gruñó la orca. – Sólo tratas de confundirnos.-
Gromil se rascó la cabeza, ahora más tranquilo.
-Hombre, el susto ha sido una cabronada, pero es un local. Probablemente
sepa más que nosotros. – Sugirió, sin mucha esperanza de que su terca hermana
accediese a escuchar al desconocido. Ella se limitó a caminar hacia adelante
por el sendero.
El calor de la selva era asfixiante y la humedad les hacía
sudar a chorros. El camino resultaba tremendamente familiar y al cabo de un
rato volvieron a toparse con el chico del cráneo, sentado cómodamente a la
sombra de un árbol comiendo una fruta.
-Os dije que ibais mal. – A pesar de que su rostro quedaba
completamente cubierto por el cráneo, ambos supieron que el joven orco marrón
estaba sonriendo.
-Un despiste, no volverá a ocurrir.- Bufó la guerrera, y
emprendió el camino de nuevo.
-¿Todos en el sitio de donde venís son tan tercos?- Preguntó
a Gromil de la que pasaba a su lado.
–No, sólo ella. – El chamán, abatido y con resignación, no
tuvo más remedio que seguir a su hermana.
–¡Os veré en un rato! - Se despidió el Riecráneos.
Pasaron las horas de arduo camino con el cansancio acumulado
por haber dado aquella vuelta innecesaria al lugar donde se habían encontrado al extraño personaje por
primera vez. Gromil apenas podía dar un paso más, cuando algo más adelante en
el camino oyeron una voz familiar.
-Habéis tardado más de lo que creía. – El joven local rió,
para irritación de la chica. - ¿Queréis que os guie?
-Sí.- Respondió Gromil, harto de haber caminado tanto para
nada, lanzando una mirada que dejaba bien claro que no iba a aceptar otra
caminata sólo por la terquedad de su hermana. Ésta bufó.
-¡Genial! Lo pasaremos bien, y ahora que anochece, se hará más
cómodo caminar. – El muchacho borró algo que había dibujado a sus pies, con una
ramita, y echó a andar.- Por cierto, mi nombre es Pan´Chok.
-Yo soy Gromil, y la que va detrás de nosotros de morros es
mi hermana Shan´Nah. – Se lo pensó un poco, y decidió que lo correcto era
disculparse por la brusquedad de su hermana con su nuevo amigo.- Siento que
haya sido tan borde. No es mala gente, pero no le gusta admitir que no tiene
razón.
-Bueno, si te digo la verdad, ella tenía razón. Iba bien, y
habríais llegado a Talador de no ser por un poco del viejo mongo-bongo de la
jungla.- Gromil alzó una ceja levemente al atar cabos.
-Maldición, debí haberlo visto antes, eres un Riecráneos. Tu
gente tiene un retorcido sentido del humor.
Pan´Chok empezó a partirse de risa mientras Shan´Nah, algo más
retrasada, cargando su equipaje y el de su hermano, les echaba una mirada
asesina debido al desconcierto por la risa.
–Culpable, pero se lo merecía por borde. Traté de
disculparme por asustarte y todo.
El joven chamán bufó, pues aunque su hermana sí que se
merecía algo así, él no, y le habían hecho caminar en balde. - Es muy
protectora, no le gusta que se metan conmigo, pero no le diré nada… - Sonrió al
ocurrírsele una idea brillante. – Siempre y cuando nos lleves por un camino que
nos haga recuperar el tiempo perdido.
Pan´Chok rió y palmeó la espalda de Gromil. – ¡Claro, eso
está hecho! Seguidme.
La caminata en la oscuridad había resultado mucho más
llevadera de lo que Gromil podía esperar.El no tener que cargar con su mochila
y las temperaturas cálidas, pero menores al día, ayudaban mucho. Además,
Pan´Chok resultaba ser un tipo muy animado y charlatán, con todo tipo de
anécdotas que le distraían. Tal era así, que poco a poco se fue olvidando de
pisar con cuidado. Repentinamente, un ruido le sobresaltó: había chutado a una
especie de pequeña planta, que se alejó corriendo hacia el interior de la
jungla.
-Qué bicho más majo, espero no haberle hecho mucho daño. –
Se lamentó el joven y sensible chamán.
-No son majos. – El tono del Riecráneos se volvió muy serio
de repente.- Sacad las armas; en breve saldrán por decenas de la maleza.
Shan´Nah asintió y aferró con fuerza su hacha, esperando la
arremetida de los vainetes. Gromil, algo dubitativo, enarboló la maza mientras
trataba de tranquilizar su mente para poder pedir ayuda a los elementos, mientras
Pan´Chok descolgaba de su cinturón los dos tomahawks que portaba. Pasaron unos
tensos instantes en los que sólo hubo silencio; las adorable plantitas
corredoras no habían acudido en manada como el bromista había predicho.
-Te has equivocado, Riecráneos. – Espetó enfadada la orca,
sólo para ver su afirmación seguida de un terrible estruendo y un temblor de
tierra que iba en aumento. La cara de Pan´Chok se volvió tan blanca como el
cráneo que portaba. – ¡Corred!- Advirtió, antes de hacer lo propio.
-Los Lightningblade no huyen de unas florecillas. – La orco
parecía más segura de esa frase que su hermano, al ver lo rápido que su nuevo
amigo había puesto pies en polvorosa.
-Shani, tal vez deberíamos…- Gromil no tuvo tiempo de acabar
la frase, porque un montón de vainetes saltaron de la espesura chillando y
blandiendo sus lanzas en alto, mientras el terremoto crecía en intensidad. Dos
rápidos tajos al montón que corría en estampida frenaron la primera oleada.
-¿Ves? El Riecráneos es un cobarde. – Aseguró la guerrera,
satisfecha, antes de alzar la cabeza y ver como una enorme bestia se acercaba a
pasos agigantados: una bestia de aspecto vegetal, monstruosa y cuadrúpeda, que
recordaba a un híbrido entre centauro y planta, con el tamaño de una montaña y cola
de dinosaurio. – Sabes que… creo que este es uno de esos momentos en los que papá
dijo que debíamos evitar batallas innecesarias que no podíamos ganar… ¡Corre!
Ambos orcos echaron a correr sin saber muy bien hacia dónde
iban, corriendo con todas sus fuerzas mientras el gargantuesco genosaurio
ganaba terreno. Apenas podían con el alma por el titánico esfuerzo, pero la
adrenalina obraba milagros. Sin embargo se percataron de que no era su día de
suerte cuando el camino terminó abruptamente frente a ellos.
Donde antes había habido un puente colgante ahora no había
nada en absoluto. Sus opciones eran saltar a un destino incierto o enfrentar
una muerte casi segura. La orca dio la espalda al barranco y se preparó para
afrontar el fin con sangre y honor. Lamentaba que nunca llegaría a liderar el Clan,
y se arrepentía de no haber obedecido a sus padres y salvaguardado el hogar a
la espera de su regreso. Su hermano jamás llegaría a alcanzar el destino que
las Furias tuviesen para él. Gromil, no podía dejarle morir. Por mucho que se
metiera con él, era un chamán. Eso era más importante que su ego de guerrera. Él
era un elegido de los espíritus, el alma de su Clan, y no podía permitir que
muriese en una selva olvidada por que ella no había querido escuchar a su guía.
La bestia apareció y se encabritó, haciendo gala de su
terrible majestuosidad. Se dispuso a lanzar el primer y último ataque de esa
lucha, cuando Shan´Nah lanzó su hacha
contra él, y en un rápido movimiento empujó a Gromil al vacío. Él no la habría
dejado sola por propia voluntad.
Los vainetes, envalentonados por la presencia de la bestia,
se abalanzaron sobre la orca desprevenida. La joven luchó con sus puños
desnudos y logró lanzar a algunos por el barranco, más por casualidad que por
intención; sin embargo, eran demasiados. Los dientes de las criaturas se
clavaban por todo su cuerpo, las laceraciones aparecían en cada zona de piel al
descubierto y la sangre manaba en abundancia. Shan´Nah se sentía desfallecer,
pero su rabia le impedía hacerlo. Un ruido seco y un fuerte golpe, como de una
onda expansiva, fueron lo último que sintió.
Gromil se sintió volar por unos segundos antes de darse
cuenta de lo que había sucedido. Se estiró por completo sin soltar su maza y
con los pies en dirección al agua, rezando para que el río fuese lo bastante
profundo. La sacudida del impacto y la falta de aire así se lo confirmaron.
Luchó por salir a flote, justo a tiempo para ver caer una figura pesada no muy
lejos de donde él se encontraba. Nadó en aquella dirección, tomó aire y se
sumergió, tratando de encontrar lo que había caído. Era Shan´Nah, estaba
inconsciente o muerta. Gromil, esperando que no fuese lo segundo, agarró el
pesado cuerpo de la orca forrada en placas y lo arrastró hacia la orilla, con
extrema dificultad y casi ahogándose un par de veces en el proceso.
Su hermana no respiraba, y aunque lo hiciese, las múltiples
heridas de su cuerpo, doblado en ángulos antinaturales, probablemente la
matarían. Él carecía del poder que se requería para sanar a alguien en ese
estado. Tal vez ni el propio Drek´thar o Thrall lo tuvieran, pero él lo
intentaría. En este mundo las Furias eran fuertes y parecía que de algún modo
habían velado por ellos. Rezó para que así fuera y que los espíritus del agua
trajesen de vuelta a su hermana, restaurada.
Se concentró y extendió las manos hacia ella, sin
aparentemente lograr nada. No podía creerlo, su hermana había muerto por
acompañarle en una estúpida aventura, no era justo. Era gruñona, era hosca, era
insoportable, bruta y se metía con él, pero también había sido siempre una
buena hermana que había cuidado de él, y en más de una ocasión se había llevado
los golpes que él debería haber recibido. No era posible que también ella fuese
a llevarse la muerte que el debería haber sufrido por patear aquella estúpida
cosa. Dio un fuerte puñetazo sobre la coraza metálica y hecha trizas de la orca,
con toda su rabia contenida. Shan´Nah, de repente comenzó a toser agua,
mientras su cuerpo se restauraba lo suficiente como para permitirle moverse.
-Mi hacha… – Fueron las primeras palabras que logró
balbucear entre toses. Gromil no cabía en sí de gozo: su hermana no estaba
muerta, esta vez él la había salvado. Detalle que se abstendría de mencionar,
no fuese a caerle un bofetón.
-No tienes hacha. – Se apresuró a responder. – La perdiste
en el combate, y casi te pierdes tú misma. Hablando de lo cual, si vuelves a
intentar algo así, veremos si todo lo que papá te enseñó sobre pelear con
hachas sirve de algo cuando te mate.
Shan´Nah se esforzó por sonreír.
–Ni en este estado
podrías conmigo, pero gracias. Cuando la onda expansiva me golpeó… me pareció
morir. Aunque supongo que no fue así, si me has curado.
Gromil asintió; la muerte no podía curarse. Había visto
gente ir y venir del borde, pero nunca a nadie que cruzase la línea y volviese,
al menos no sin ser un no muerto. La gente no resucitaba más que en los cuentos
y las leyendas. ¿O tal vez sí…?