- Ufff, bueno...- Se relajaba Xingani.
- Cómo que "bueno". La próxima vez te las apañas. ¡Mi comida, mi tesoro! - Le regañaba Lliffy al joven pandaren.
- ¡Pero si hace un momento me pedías a mí! -
- ¡Niño, que comes de mi sueldo! -
En mitad de la discusión doméstica, la parienta irrumpió con un mandato escandaloso.- ¡BAJAD LOS DOS! ¡YA! -
Un nuevo escalofrío recorrieron por los cuerpos de Xin y Lliffy y obedecieron velozmente al reclamo de Musi. Ella les estaba esperando en las puertas y, al llegar estos, se mantuvieron en una posición militar a la espera de la orden de la sargento. Sin embargo, la cara de Musi no era como se la esperaban: una sonrisa de convenida aparecía en su rostro.
- Vamos a El Alcor de inmediato. ¡Quiero noticias, NO-TI-CIAS FRES-CAS! - La sangre de maruja empezaba a bullir por sus vasos sanguíneos.
- ¿Tan pronto? ¿Por qué? - Reprochaban los dos.
De nuevo, se le marcaron las venas de la frente de la mujer y patadea el suelo impacientemente. - ¿Es necesario dar explicaciones? -
Los dos hombres tragaron saliva y asintieron la cabeza como buen calzonazos que eran.
- Iré a por Mogueh...- Lliffy tiró al recinto donde tienen las cabras durante los momentos de no pastoreo y saca una con un cencerro destacado. Era la única de las cabras que se dejaban montar.
Babas, al que su dueña se preparaba para irse de casa, empezó a seguirla. Sin embargo, ésta le ordenó aguardar en casa.
Mientras, Xin se encontraba con ella. Cuando Lliffy estuvo lo suficiente cerca, Musi empezó a... Interrogar al joven pandaren.
- Y ahora tú...- Le miraba de forma fría.
Al escucharla, Xin se giraba lentamente hasta estar en frente de ésta.- ¿S-sí?
- Dime dónde guarda sus provisiones el inútil de mi marido.- Le presionaba en una postura de brazos cruzados.
- C-creo que de-detrás de la cama...- Le decía mirando al cielo por falta de valentía, aunque desvía sus ojos a ellas por temor a su reacción.
Y era de esperar, Musi le empezaba a mirar con una mirada entrecerrada con un significado de escepticismo que inquietaba incluso a cualquier rey o jefe de guerra.
Acorbadado, le respondía.- ¡Y-ya le vi comiendo cuando llegué allí, lo ju-juro! -
Musi le seguía presionando con aquella mirada, pero se percató de que Lliffy llegaba con Mogueh desde el corral, por lo que se relajó e hizo un voto de confianza a su sobrino.- De acuerdo...-
Cuando llegó, Lliffy se desmontó de Mogueh y, tras él, Musi se puso su gorro de paja y se subió a Mogueh. El animal no le parecía molestar el peso de cada uno de ellos, por lo que siguió con sus cosas.
Tras preparar la casa para la salida y dejar a Babas en la puerta de ésta, los tres pandarens se dirigieron a la capital del valle como una imagen de la Natividad, solo que en vez de José tirando de la mula y María apunto de parir, era Musi con impaciencia por llegar, su marido tirando de la cabra y preguntándose al mismo tiempo si esto era vida, y Xin detrás de su tía relajado y sin parar de observar aquel mundo que le rodeaba.
- CORTINILLA DE ESTRELLAS -
Un poco antes de entrar en El Alcor, Lliffy pudo observar más revuelo que en el día anterior. El bullicio de la vida local se escuchaba bastante desde aquella distancia, por lo que por momentos Musi irradiaba mayor interés. En cambio, Xin seguía con su rollo de inocente, aunque le empezó a rugir el estómago de repente.
- ¡A la aventura! - Decía Musi con una pose de descubridor mientras su marido se avergonzaba cada vez más.
A cada paso que daban, el gentío era cada vez más apreciable. El olor de los manjares que se cocinaban allí les entraban en las fosas de los hombres como agua bendita, haciendo más decadente el desayuno que tomaron.
Una vez que llegaron, Musi bajó de Mogueh y, remangándose, cogió carrerilla y entró de lleno en el gentío, dispuesta a arrasar con todos. Por otro lado, Lliffy y Xin se propusieron tomar el brunch en la taberna de la ciudad.
El panorama era el siguiente: los transportistas, una vez asumidos el tema de quedarse estancados en El Alcor durante un tiempo, empezaron desde muy temprano a vender sus mercancías a precios que provocaban una gran competitividad con los mercaderes del pueblo, los peregrinos no les quedaron otra que asentarse hasta próximo aviso hasta el punto de pedir alojamiento a los vecinos, etc.
Tras un par de horas cosechando información, la señora pandaren entró en la taberna, donde se encontraban los dos hombres teniendo un percance con el propietario hozen. La conversación era la siguiente:
- Unos menudillos de mushan y dos cervezas de Trueno, por favor. - Pedía amablemente Lliffy a Den Den, el camarero-propietario.
- Sí, por favor.- Reafirmaba Xingani.
- ¡Uh, uh, Dingue dar a panda carne mustia! -
- [...] - Ambos pandas se quedaron en blanco y el hozen sirve el plato.
- Mejor que la comida de la tía es. - Bromeaba Xingani con su tío. Ambos se dispusieron a probar los platos que el tabernero les sirvió.
- Diós, cómo echo de menos la sopa de esta mañana. - Al parecer, no era de su agrado ese plato de carne al mayor de los dos. - Menos mal que los Cerveza de Trueno no defraudan. - Empezó a beber seguidamente.
- ¡Nunca! - Alzó la voz Xingani.
- Aunque... Parece un poco aguado... - Lliffy se paró un momento para estudiar esa cerveza...
- ¡Ahora pandas pagar a Dingue! - Se impacientaba el hozen.
- ¿Pagar? ¿Crees que esto es calidad? - Se indignaba el viejo pandaren con el propietario.
Ese comentario no le sentó muy bien al tabernero. Es más, su instinto salvaje cada vez se hacía más presentable en establecimiento. Para no buscarse ninguna bronca en el lugar, tanto con el propietario como con la parienta, los dos pandarens tuvieron que ceder:
- ¡Esos modales, macaco! - Decía Lliffy mientras buscaba en sus bolsillos y, seguidamente, aflojaba la pasta. - Dios, mucha geta tiene algunos.
Tras la regañina, los gritos de Musi eran cada vez más nítidos, más fuertes. Cada vez estaba más cerca de la taberna.
- ¿Dónde estáis? - Gritaba la mujer de Lliffy a los cuatro vientos.
Al escuchar los gritos, Lliffy cerró la boca de Xin de inmediato, el cuál estaba algo acobardado. - No-di-gas-na-da.-
Entonces, esta se presenta en el local algo cansada y resoplando. Cuando los dos hombres escucharon aquellos pasos notorios que Musi hizo al entrar, se dispusieron firmes instantáneamente y se dieron la vuelta para saludarla de una forma antinatural.
- ¡Ho-hola! - Saludaba Xingani.
- ¡Por fin que os encuentro! -
- ¿Qué tal te fue? - Preguntaba Lliffy a su esposa.
- Finiquitao'.-
- Me alegro.-
- ¿Y por qué hay tanta gente? ¿Y los agentes del Shado-Pan? - Preguntaba Xingani.
- ¡Es verdad, no lo vais a creer! ¡Extranjeros en el bosque! - Emocionada respondía Musi.
- ¿Extranjeros? ¿En el bosque? - Preguntaban los dos impactados.
- ¡Y UNA BATALLA CERCA DEL TEMPLO! ¡LA ESTÁN ARMANDO PERO BIEN! - Respondía Musi.
- ¡¿BATALLA?! -
Una vez que llegaron, Musi bajó de Mogueh y, remangándose, cogió carrerilla y entró de lleno en el gentío, dispuesta a arrasar con todos. Por otro lado, Lliffy y Xin se propusieron tomar el brunch en la taberna de la ciudad.
El panorama era el siguiente: los transportistas, una vez asumidos el tema de quedarse estancados en El Alcor durante un tiempo, empezaron desde muy temprano a vender sus mercancías a precios que provocaban una gran competitividad con los mercaderes del pueblo, los peregrinos no les quedaron otra que asentarse hasta próximo aviso hasta el punto de pedir alojamiento a los vecinos, etc.
Tras un par de horas cosechando información, la señora pandaren entró en la taberna, donde se encontraban los dos hombres teniendo un percance con el propietario hozen. La conversación era la siguiente:
- Unos menudillos de mushan y dos cervezas de Trueno, por favor. - Pedía amablemente Lliffy a Den Den, el camarero-propietario.
- Sí, por favor.- Reafirmaba Xingani.
- ¡Uh, uh, Dingue dar a panda carne mustia! -
- [...] - Ambos pandas se quedaron en blanco y el hozen sirve el plato.
- Mejor que la comida de la tía es. - Bromeaba Xingani con su tío. Ambos se dispusieron a probar los platos que el tabernero les sirvió.
- Diós, cómo echo de menos la sopa de esta mañana. - Al parecer, no era de su agrado ese plato de carne al mayor de los dos. - Menos mal que los Cerveza de Trueno no defraudan. - Empezó a beber seguidamente.
- ¡Nunca! - Alzó la voz Xingani.
- Aunque... Parece un poco aguado... - Lliffy se paró un momento para estudiar esa cerveza...
- ¡Ahora pandas pagar a Dingue! - Se impacientaba el hozen.
- ¿Pagar? ¿Crees que esto es calidad? - Se indignaba el viejo pandaren con el propietario.
Ese comentario no le sentó muy bien al tabernero. Es más, su instinto salvaje cada vez se hacía más presentable en establecimiento. Para no buscarse ninguna bronca en el lugar, tanto con el propietario como con la parienta, los dos pandarens tuvieron que ceder:
- ¡Esos modales, macaco! - Decía Lliffy mientras buscaba en sus bolsillos y, seguidamente, aflojaba la pasta. - Dios, mucha geta tiene algunos.
Tras la regañina, los gritos de Musi eran cada vez más nítidos, más fuertes. Cada vez estaba más cerca de la taberna.
- ¿Dónde estáis? - Gritaba la mujer de Lliffy a los cuatro vientos.
Al escuchar los gritos, Lliffy cerró la boca de Xin de inmediato, el cuál estaba algo acobardado. - No-di-gas-na-da.-
Entonces, esta se presenta en el local algo cansada y resoplando. Cuando los dos hombres escucharon aquellos pasos notorios que Musi hizo al entrar, se dispusieron firmes instantáneamente y se dieron la vuelta para saludarla de una forma antinatural.
- ¡Ho-hola! - Saludaba Xingani.
- ¡Por fin que os encuentro! -
- ¿Qué tal te fue? - Preguntaba Lliffy a su esposa.
- Finiquitao'.-
- Me alegro.-
- ¿Y por qué hay tanta gente? ¿Y los agentes del Shado-Pan? - Preguntaba Xingani.
- ¡Es verdad, no lo vais a creer! ¡Extranjeros en el bosque! - Emocionada respondía Musi.
- ¿Extranjeros? ¿En el bosque? - Preguntaban los dos impactados.
- ¡Y UNA BATALLA CERCA DEL TEMPLO! ¡LA ESTÁN ARMANDO PERO BIEN! - Respondía Musi.
- ¡¿BATALLA?! -