martes, 30 de mayo de 2017

El Sendero de la Furia IX. Clan.



Los tres amigos encararon el sendero que conducía al Trono de los Elementos con alegría. Gromil narraba con todo lujo de detalles su encuentro en el mundo espiritual con el brujo y las hordas demoníacas, mientras su hermana sonreía con aprobación, orgullosa, y Pan´Chok no perdía detalle para poder narrar adecuadamente la historia la próxima vez que recalasen en una taberna.
Había sido toda una aventura, solos y con todo en contra, triunfantes frente a la Legión Ardiente. Era la clase de historia que, con un poco de trabajo escénico y algunos trucos de manos, le valdría buenas cervezas. El Riecráneos asintió satisfecho, mientras buscaba en la lejanía lo que sería el cierre a su historia: el reencuentro con el pariente de otro mundo y época. Sin embargo, lo que vio fue algo bastante diferente a lo esperado.

Un orco gigantesco, tan enorme que podría haber rivalizado en tamaño con el mismísimo Puño Negro, y que hacía pequeños a sus dos acompañantes, se alzaba en medio del camino. Lucía una armadura de evidente calidad y dos espadones desproporcionados, que en sus gigantescos puños parecían extrañamente adecuados. A su lado, hablando con el anciano y pasando mucho más desapercibida, se encontraba una hembra de tamaño más normal, a la que acompañaba un animal extraño que él nunca había visto: era como una especie de sablerón cuadrúpedo y estilizado, con rayas plateadas sobre un espeso y corto pelaje negro.

-Eh, troncos, ¿habéis visto esa cosa? Es como un animal sablerón.
La confianza se desvaneció de repente del rostro de los hermanos, que se tornaron de un color verde pálido. 

- Estamos muertos. - Afirmó Gromil con solemnidad, mientras la montaña verde se acercaba hacia ellos a buen paso.

Pan´Chok miraba maravillado al imponente gigante; había escuchado historias sobre orcos de ese tamaño, pero nunca había visto uno así. Definitivamente, este había sido el mejor viaje de su vida. Tendría la historia más emocionante jamás contada: aventuras, demonios, criaturas exóticas y guerreros gigantes. 

- Hola, soy Pan´Chok, y ellos son...

-Sabemos quién son. - La orca, que vista de cerca era algo más pequeña que Shan´Nah, interrumpió con una voz fría como el hielo, y una mirada que indicaba claramente que lo mejor para él era estarse calladito y al margen. Los dos veloces bofetones que dio a Gromil y Shan´Nah lo confirmaron.
-Estoy muy decepcionado. - El gigante habló con voz apenada.

-Nos teníais muy preocupados. - La mujer gruñó. - ¿En qué diablos pensabais?

-Verás mami... - Comenzó a excusarse Gromil, dispuesto a asumir la culpa de todo el lío que él había comenzado, pese a las protestas de su hermana. Había temido que este día llegaría, aunque esperaba que tardara más.

-Fue mi culpa, yo le hice venir a esta aventura. - Shan´Nah fue más rápida que su hermano, al que lanzó una mirada indicándole que no dijese nada. Gromil siempre había sido el bueno de los dos, el responsable que no se metía en líos; lo mejor era ahorrarles a sus padres esa decepción. El chamán se limitó a mirar hacia el suelo.

-¿Sois conscientes de lo que habéis hecho? - Preguntó el guerrero, en cuya cara se mezclaban la rabia y la decepción más profundas.

- Sí, os hemos dado un susto de muerte e hicimos un viaje sin permiso. - Shan´Nah dudó un segundo y decidió terminar la frase. - Pero hemos salvado Draenor, y hemos traído gloria y honor al Clan.
-¿Qué? - La voz del coloso esmeralda denotó que había dado en hueso con la última frase. - ¡Habéis fallado al Clan! ¡No sólo nos habéis avergonzado a nosotros en frente de todo el mundo, os habéis aprovechado de las debilidades de vuestro tío y habeis fallado a todo el Clan.

-Siento haberte decepcionado papá pero todo eso que dices no tiene sentido. - Shan´Nah protestó enfurecida - El Tito Rosadito es un borracho, si nos escapamos fue porque no estaba vigilándonos es su culpa y el resto del Clan son en su mayoría mercachifles que en su vida han cogido un hacha mas que para talar leña. Deberían aclamarnos.

El Gigante iracundo alzó a la enorme guerrera por el cuello como si no costase, Gromil se lanzó  hacia el brazo de su padre tratando de bajarlo, aunque era inútil. - Ese es tu problema, eres una cabezahueca como lo fue Grito Infernal - Bufó - Un Clan es mucho mas que gestas y logros, un clan no se sostiene sin esos "mercachifles", un Clan cubre los puntos débiles de los demás miembros y un Clan respeta y obedece las órdenes de su lider. Debiste quedarte y mantener a salvo a todo el mundo, es un milagro que al final no haya pasado nada malo.

Shan´Nah cayó de rodillas a los pies de su familia, la rabia podía verse en la cara de la orca que apretaba los dientes y los puños, como si de un momento a otro fuese a saltar y atacar al orco. Sin embargo no pasó nada y el lider de los Lightningblade continuó hablando. -Eres arrogante y egoista, actuas imprudentemente en busca de tu propia gloria. No mereces ser parte del Clan y desde este momento dejas de serlo. Tal vez algún día, cuando seas capaz de pensar en el resto del mundo antes que en ti misma, te ganes el derecho a reclamar tu sitio.

Gromil no sabía que hacer ni que decir, no podía dar crédito a lo que acababa de escuchar. Idnaar, su propio padre acababa de echar del Clan a su hermana, la que siempre había estado mas unida a él de los dos, su favorita. Debían de haberle enfadado de verdad.

-Papá, espera no ha sido culpa de Shan´Nah - Tragó saliva - Yo fui quein quiso viajar para conocer a las Furias y ver si quedaba algo de nuestro Clan en este Draenor.

El guerrero, que ya había echado a andar se detuvo y suspiró, pues se temía que esto podría suceder. - En ese caso eres tan culpable o más que tu hermana al haber dejado que ella cargase con la culpa al principio - Ni siquiera se giró -  Un Clan no puede permitirse cobardes que se escondan cuando las cosas se ponen difíciles. Compartirás su destino. No volvais hasta que no seais dignos.

Gromil por primera vez en su vida no sabía que decir cuando vió a su familia alejarse por el camino dejando atrás a una Shan´Nah completamente derrotada.


-Así que ha ido así de mal ¿eh? - Eidorian, el Tito Rosadito, que se encontraba acostado a la sombra de un árbol se incorporó y palmeo a su gigantesco hermano verde en el brazo - Son chicos fuertes. Estarán bien.

-Tal vez, pero supongo que esperaba no tener que llegar a esto - Una lágrima rodó por el rostro surcado de cicatrices de Idnaar - Esperaba ... No sé que esperaba, otra cosa, pero no me han dejado otra opción. - Radna, tan apenada como su compañero aunque de modo menos visible abarcó con sus brazos todo lo que pudo y le abrazó. El gigantón pasó tristemente, de modo distraido la mano por el pelo de su pareja.

- Idnaar - Zor ´Tek se dirigió a su nieto - Se que es duro alejar a los tuyos de ti, el corazón no siempre quiere lo mismo que el deber nos obliga a hacer. - El anciano pensó unos segundos en su hijo perdido en ambos mundos - Pero todos tenemos una senda que recorrer, a veces es dura pero debemos seguirla con honor. Ayer tus hijos me hicieron sentirme orgulloso, pese a sus defectos son buenos muchachos y les has enseñado bien, pero de seguir a tu lado sabes que sus defectos no habrían desaparecido. -El viejo suspiró y sonrió - Has hecho lo correcto aunque no fuese lo mas fácil, me alegra que mi nieto sea alguien así, tu padre se habría sentido orgulloso. Tienes mucho de él.
Idnaar miró a su recién hallado abuelo algo más aliviado gracias a sus sabias palabras.

Eidorian encendió un cigarrillo ante la extrañada mirada del anciano y entró en la choza donde éste vivía. Radna e Idnaar quedaron solos afuera de la tienda y se miraron con ojos tristes.

- Id, sabes que tienen razón - Radna, normalmente de pocas palabras en cuanto a los sentimientos se trataba hizo un esfuerzo por comunicarse - Les hemos educado durante una vida para valerse por si mismos. Ahora debemos confiar en ellos.

Idnaar abrazó a su compañera y no dijo nada. Era consciente de que tenían razón, era hora de que sus pequeños vivieran sus aventuras y la experiencia les diera forma. Pero a pesar de todo, al pensar en ellos no podía evitar recordar aquellos tiempos en los que viajaba y peleaba con ellos sujetos a un arnés, cuando eran rechonchitos, verdes y blandos, pues en el fondo siempre serían sus pequeños y los quería por encima de todas las cosas. Abrazó con mas fuerza a su compañera durante unos segundos y entraron a la tienda a reunirse con el resto de su familia.

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